lunes, 14 de enero de 2013

PRESIÓN

Presión; Coacción moral que se ejerce sobre el ánimo de una persona para obligarla a proceder de cierta manera.

No está mal la definición encontrada. Gracias a ella, acabo de descubrir que es lo que siento en mi estómago, o mejor dicho, en lo que queda de el. Cada vez que suena el teléfono, que miro los mensajes o incluso que tengo que volver a casa, a cada momento, siento PRESIÓN.

Si, lo pongo en mayúsculas, porque es algo tan poderoso y grande, que quiero que se vea bien. Tal vez porque esto sea como un grito al vacío pidiendo ayuda, suplicando tiempo o compasión por todo aquello y aquellos que cada día me exigen una y otra vez sin parar.

No es fácil saber de antemano cual va a ser tu futuro a medio plazo, saber que lo que te espera es dolor y soledad, y vivir diariamente con ello. Tener la certeza de no poder hacer más de lo que ya haces. Muchos días, cuando ya es hora de levantarse de la cama, te lo planteas. ¿para qué?, es un día más de espera, de incertidumbre, en el cual sabes que pasará como el resto de los días a espensas de una noticia, un cambio. Y te vuelves a tapar con la manta hasta la nariz, rogando a no sabes quién, que el día pase sin tí, que te dejen estar allí, encerrada, durmiendo sin más.

Pero vuelves a levantarte, sigues con la rutina. Una rutina que ya es pesada, cansina, que te asquea por momentos. Luchas por mirar al futuro, la vida no se va a parar contigo, por muy mal que estés o por muchas veces que lo supliques, no señores, esa sigue. Y tú con ella por mucho que te pese.

Así que trabajas, comes, hablas y como de costumbre, metes la pata. No estás centrado, piensas en todo y en nada, tu cabeza va a mil por hora, a veces por cosas más que importantes, pero en otras ocasiones, por simples tonterías que no te llevan a ningún sitio, pero que ocupan demasiado de tu tedioso tiempo.

Lo dicho, ya es tarde para lamentaciones aunque sabes que has metido la pata hasta el fondo, tanto despiste, tantas cosas, que tenías que fallar en algo...

Y pides ayuda. Y te la dan. ¿a qué precio? Pues a uno tan sumamente alto que a partir de ese momento, no pasa un solo segundo en el que no te arrepientas de haber pedido ayuda. Acabas de permitir a otros entrar en tu vida, tomar tus decisiones, guiar todos y cada uno de tus pasos, y lo que es peor... acabas de dar paso a una PRESIÓN constante, sin piedad.

Y llega el día (hoy) en el que te das cuenta de que nada merece la pena. Si, te han ayudado, pero seguramente por cualquier otro motivo distinto al de que tu descanses. Te miras al espejo y te percatas de que a nadie le importa cómo estás, qué piensas o qué sientes. Ninguna de todas aquellas personas se paran a observar lo hundida que te encuentras, ni que llevas días perdiendo peso, sin dormir o llorando a escondidas. Nadie lo ve, nadie pregunta, nadie se molesta en saber el motivo por el cual metiste la pata.

Y vuelve a sonar el teléfono probablemente para presionarte o gritarte de nuevo. Te juzgan, piensan que no vales para nada y ese mismo pensamiento te lo transmiten a cada instante.

Vuelves a mirarte en el espejo, sientes verdadero pánico a contestar esa llamada. No, esta vez no más, ni un solo reproche, solo quiero dormir.... descansar.

Buenas noches.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querida Vero,
Me gustan mucho tus reflexiones y sobretodo que hayas encontrado el tiempo y el espacio para contarnos estados de animo que todos experimentamos y no sabemos explicarnos.
Felicidades por tu blog, me ha gustado mucho y volvere muchas veces mas. Bs. Bertha

 

Viviendo en mi burbuja © 2008. Chaotic Soul :: Converted by Randomness