jueves, 4 de noviembre de 2010

Una deuda pendiente

En estos días, un buen amigo me ha pedido dos cosas. Una que me muestre un poquito más como soy, que me de a conocer y dos, que sea más positiva. Está claro que todo no puede ser. Aunque dicen que "a falta de pan, buenas son tortas".
Aquí sigue lloviendo, cuatro largos días de lluvia sin parar, por lo tanto la positividad creo que está un poquitín ahogada. Creo que me tocará hablar de mi...

No se muy bien como empezar.

Soy un poquito rara, me gusta la soledad. Me encanta viajar, desaparecer cuando nadie lo espera, sin planear nada. Arrancar el coche y dejarte llevar, sin más.
A parte de ello, me gusta hacer fotos a todo lo que veo. Soy como una cría pequeña, salgo a la calle con la cámara y tengo la sensación de llevar unos zapatos nuevos. Siempre hay algo nuevo que descubrir.
Mis libros, mí música y mis películas. No tengo estilo o gusto definido, de antes o de ahora, romántico o bélico, drama o comedia. Da igual, lo importante es que me aporten algo, una nueva sensación o experiencia. Quizás la época que más me guste en cuestión a música y películas, sea la de los años 80. Me encantan esas ganas que demostraban todos de aprender y enseñar, la fuerza que transmitían rompiendo con todo lo anterior. La rebeldía.

Adoro pasear, sentarme en un sofá cómodo y encender velas para alumbrarme con ellas. Odio la luz artificial. Y los ruidos. Y sobre todo, los vecinos cotillas, jajaja.
Prefiero que mis amigos vengan a casa a cenar, disfruto cocinando para ellos. O bueno, también se puede pedir una pizza.
Si salgo, me gusta la tranquilidad. Estar con alguien tomando un café o una copa de vino, tranquilamente y conversando. Las juergas locas, no están mal, pero en su justa dosis, odio salir todos los viernes y sábados a discotecas y a beber, no es lo mío.

Mis mejores momentos, los que especialmente recuerdo, es hablando de tonterías. Me encanta coger cualquier tema y sacar algo divertido de ello. Recuerdo cuando llegaba a casa, le daba un beso en la frente a mi madre y me sentaba a comer con ella. Le contaba mi día, pero siempre con alguna payasada, disfrutaba mucho viéndola reír. En si, me gusta hacer de reír a los demás, la sonrisa de alguien es una de las cosas que más feliz me puede hacer.
Soy muy mimosa, demasiado mimosa. Lo que más echo de menos es sentarme al lado de alguien y acariciarle el pelo. Los abrazos, tampoco doy muchos es verdad, pero me muero de ganas de dar y recibir abrazos. Mi cobardía, otro cualidad mía, me ha echo perder tantas cosas y oportunidades. Hacer feliz a los demás, darles cariño, mimos, escucharles y comprenderles. Que le vamos a hacer.

Mis sueños, la verdad que son muy particulares. Quiero una bici, desde que era cría, Un perro, para pasear con el. Y tener tiempo para ayudar a la gente. La verdad es que soy sosa, pero no pido nada más. Si me invitan a comer, me hacen feliz con un bocadillo de bacon con queso. Si lo que quieres es sorprenderme, una buena obra de teatro, me fascina el teatro. Un regalo, una rosa o un libro. Para hacerme sonreír, un mensaje de buenos días por la mañana en mi móvil. Un deseo... que me susurren al oído, incluso por teléfono. Las mejores horas, charlando de cualquier tema, en persona o por teléfono, el ordenador me resultan muy cortante. Con la voz de las personas, se entienden mejor las cosas.

Creo que poco más queda que decir de mí, espero, que mi amigo este contento. Se lo debía. Y si alguien quiere saber más, pues que me pregunte.

Un saludo

martes, 2 de noviembre de 2010

RESIGNACIÓN

Llueve. No para.

Desde mi rinconcito, llevo horas observando una pequeña rendija entre las cortinas que deja entrever un cielo de tono rosaceo. Lleva 10 horas seguidas lloviendo y aunque un paisaje así me invita a quedarme en mi pequeño claustro, la vida sigue.

Así que esta mañana he seguido yo también, como si nada. Quizás es porque ya me empiezo a hacer a la idea de lo que me espera.

Hace apenas un rato, esperando el autobús, caía en la cuenta de donde estaba y de cual sería mi futuro más próximo. Me daba miedo. Me sigue dando miedo. Hubo un instante, en el que mis mejillas estaban mojadas, pero no podría definir realmente si era por la lluvia o por las lágrimas que mis ojos empezaban a echar, como si ellos también quisiesen decir algo y no pudiesen.

Ya todo es silencio, mi cabeza, mi corazón, mis labios... solamente me quedan mis ojos con sus lágrimas camuflados por la lluvia. Ya no quedan palabras ni ilusiones, queda el día.

Vivir y con un poco de suerte conseguir una rutina que no te deje pensar, aprender a cambiar tus sueños y deseos, por pasos hacía algo desconocido.
Cuando pierdes tu hueco en la vida de las personas a las que querías, todo se queda vació, ya no hay nada. Por lo tanto, ya no se puede hacer nada.

Sigue lloviendo a un lado ... y al otro del ventanal.

Restos

Hoy es el primer día que me atrevo a escribir aquí desde que llegué a Manchester. Muchas otras veces lo intenté, pero no tenía valor. No sabía como expresar lo que se encontraba dentro de mi cabeza... eran tantas cosas. Desde mi última entrada han pasado mil historias y anécdotas, unas divertidas y otras catastróficas. He pasado por tanto en tan poco tiempo, que ni tan siquiera yo misma encontraba palabras para describirlo.

Ahí fuera esta lloviendo a mares, no paro de escuchar el incesante golpeo de las gotas empujadas por el viento, contra el cristal del ventanal. Es gracioso, tantas veces soñé con una gran buhardilla para mí, una de esas con grandes ventanales que me acercasen al mundo mientras yo encerrada huía de el...

Ya lo tengo. Sin saber cómo, lo he conseguido. A decir verdad me paso las horas muertas aquí dentro. Hoy por ejemplo, ha tocado día de reflexión. Necesitaba poner ciertas ideas en orden dentro del caos que hay en mi cabeza.

Por fin he admitido algo que quizás ya sabía desde el primer día que pisé este país.
Ya no tengo corazón. O bueno, mejor dicho si lo tengo, pero no conmigo. Lo he dejado en España. Me vine con mi cabeza, esa a la que últimamente le consiento que maneje mi total voluntad. No permití que mi corazón me guiase en ninguno de mis pasos, esta vez no podía asumir el riesgo que supondría fiarme de ese diminuto músculo que tantos sinsabores me ha otorgado.

Aunque como de costumbre, me he vuelto a equivocar. No supe o no tuve la suficiente fuerza, para dejar allí mi corazón al completo. Me explico, es como cuando se quema una vela... La dejas arder poco a poco, consumirse mientras pasa el tiempo y cuando creemos que ya no queda nada, que el fuego arrasó con todo, miramos en el fondo y vemos un pequeño trocito de mecha junto a unas gotas de cera. Apenas son nada, pero siguen siendo restos. Pues a mi corazón le paso lo mismo, quise olvidarlo todo allí. El fuego fui yo misma, con mi comportamiento. Ufff, que complicado explicar todo esto.

Lo intentaré. Fui dura para ganarme el odio de los demás, me inventé una gran fachada que demostrase mi frialdad y para terminar, durante un tiempo antes de abandonarlo todo, jugué al gato y al ratón. Se que parece una locura, pero creí (a veces soy demasiado ilusa), que siendo así no tendría tanto apego a nada ni nadie, el día que realmente desapareciera. Muchos creen que fue una decisión de un día para otro, pero realmente llevaba mucho tiempo planeándolo y a su vez, empezando a despegarme de ciertas cosas.
Fui quemando momentos, sentimientos, personas... relaciones. Como una vela, poco a poco. Y llegó el día, ese día en el que me hallaba con plena certeza de haber destruido todo, de una forma diplomática claro está.

Pues no señores, como intentaba explicar anteriormente, nada puede ser tan fácil. Pero aún así hizo falta recorrer miles de kilómetros, irme a otro país, para ver los restos de la vela en el fondo del vaso.

Y ahora, me encuentro con restos de un corazón que no quería tener aquí. Con restos que cada día sollozan interiormente pidiendo juntarse con su otra gran parte abandonada allí, y no puedo hacer nada. Solamente ver como lloran día a día y anhelan algo casi imposible.
 

Viviendo en mi burbuja © 2008. Chaotic Soul :: Converted by Randomness