martes, 2 de noviembre de 2010

RESIGNACIÓN

Llueve. No para.

Desde mi rinconcito, llevo horas observando una pequeña rendija entre las cortinas que deja entrever un cielo de tono rosaceo. Lleva 10 horas seguidas lloviendo y aunque un paisaje así me invita a quedarme en mi pequeño claustro, la vida sigue.

Así que esta mañana he seguido yo también, como si nada. Quizás es porque ya me empiezo a hacer a la idea de lo que me espera.

Hace apenas un rato, esperando el autobús, caía en la cuenta de donde estaba y de cual sería mi futuro más próximo. Me daba miedo. Me sigue dando miedo. Hubo un instante, en el que mis mejillas estaban mojadas, pero no podría definir realmente si era por la lluvia o por las lágrimas que mis ojos empezaban a echar, como si ellos también quisiesen decir algo y no pudiesen.

Ya todo es silencio, mi cabeza, mi corazón, mis labios... solamente me quedan mis ojos con sus lágrimas camuflados por la lluvia. Ya no quedan palabras ni ilusiones, queda el día.

Vivir y con un poco de suerte conseguir una rutina que no te deje pensar, aprender a cambiar tus sueños y deseos, por pasos hacía algo desconocido.
Cuando pierdes tu hueco en la vida de las personas a las que querías, todo se queda vació, ya no hay nada. Por lo tanto, ya no se puede hacer nada.

Sigue lloviendo a un lado ... y al otro del ventanal.

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